“Punto crítico en la Amazonia”

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Por: Luiz Marques*

Fuente original: Journal Da Unicamp

Amazon Tipping Point es el título del editorial de la revista Science Advances del 21 de febrero del 2018, firmado por dos de los más eminentes estudiosos del clima y del bioma amazónico: Thomas E. Lovejoy y Carlos Nobre (I). El tema de ese editorial es una nueva alerta sobre la situación límite a la que han llevado cincuenta años de intensa tala, reduciéndose así, la selva amazónica. Antes de entrar en lo profundo de este asunto, conviene recordar brevemente el significado de “tipping point”, concepto central de ese editorial y del análisis de las dinámicas de cambio sistémico que se pueden traducir como punto crítico, punto de inflexión, de vuelta, de no retorno o de inflexibilidad.

La persistencia y el carácter acumulativo de las perturbaciones (preponderantemente antropogénicas en nuestros días) en un sistema natural dado, su amplificación por interacciones sinérgicas y por azas de retroalimentación inherentes a ese sistema, causan anomalías crecientes en intensidad, duración y extensión, parámetros que no es raro que se asocien, reforzándose recíprocamente. Al ser crecientes dichas anomalías se apartan siempre más de la variabilidad natural del sistema hasta que sobrepasan su capacidad de resiliencia. El punto del sobrepaso de la capacidad de resiliencia de un sistema es su punto crítico, es decir, el punto de ruptura del equilibrio de ese sistema. Llegados a ese punto aumentan exponencialmente las probabilidades de una transición mucho más rápida o aún abrupta hacia otro estado de equilibrio, probablemente adverso o inviable para la mayoría de las especies adaptadas al equilibrio anterior.

Nuestra capacidad de prever el cruce de un punto crítico es muy limitada. Como ya lo observó Glenn Scherer, el problema de los puntos críticos es que sólo pueden ser percibidos, de hecho, por el espejo retrovisor (II). En un proceso de perturbaciones acumulativas, el punto crítico puede ser dado por un cambio cuantitativo, adicional muy pequeño, que no es raro que sea imperceptible pero que es capaz de disparar un cambio cualitativo y estructural. Es muy comprensible que, habiendo hecho del problema del devenir el objeto mismo de la filosofía, Hegel sea el primer filósofo moderno en elaborar la lógica en que se inserta el punto crítico en un sistema dinámico. En Enciclopedia, el filósofo afirma que “el aumento o la disminución de la cantidad, con relación a la cual el objeto es inicialmente indiferente, tiene un límite. Sobrepasado ese límite, la cualidad cambia” (III). Y Marx hará suya esa “ley” de la dialéctica en su análisis del génesis del capitalismo industrial: “Aquí se confirma, tal como en las ciencias de la naturaleza, la exactitud de la ley descubierta y expuesta por Hegel en su Lógica según la cual los cambios puramente cuantitativos, habiendo alcanzado cierto punto, se transforman en diferencias cualitativas” (IV).

La ciencia contemporánea acoge ese principio de discontinuidad cualitativa como resolución de un cúmulo de perturbaciones cuantitativas. Por ejemplo, Carlos Duarte y varios de sus colegas afirman en un trabajo publicado en Nature Communications, acerca de las posibilidades de cambios climáticos abruptos en el Ártico: “Tipping points fueron definidos como puntos críticos hacia adelante u otra característica de un sistema, en los cuales una pequeña perturbación puede alterar cualitativamente su futuro estado” (V). Por definición, las alteraciones cualitativas en el sistema climático, en los ecosistemas o en general en el sistema Tierra, son irreversibles al menos en la escala de tiempo histórica.

La idea del punto crítico está en la base de una más adecuada comprensión de las interfaces y analogías entre procesos dinámicos naturales y sociales bien analizados por Georges Canguilhem (VI) y también por el gran paleontólogo e historiador de la ciencia como fue Stephen Jay Gould (1941-2002) (VII): “Esa idea sugiere que el cambio ocurre en grandes saltos después de una lenta acumulación de estrés, los cuales el sistema resiste hasta llegar a un punto de ruptura (breaking point). Caliente el agua y ella finalmente hierve. Oprima a los trabajadores más y más, y desencadene la revolución (…) Mi creencia personal es que una visión puntual puede mapear los ritmos de los cambios biológicos y geológicos, pero más exactamente y con más frecuencia que las filosofías rivales (…). Como escribe mi colega, el geólogo británico Derek V. Ager en favor de una visión puntual de los cambios geológicos: “La historia de cualquier región de la Tierra es como la vida de un soldado. Consiste en largos períodos de tedio y cortos períodos de terror”.

Para la selva amazónica: ¿cuánto estrés es demasiado estrés?

Un “corto período de terror” es la expresión que mejor describe no sólo la guerra entre hombres sino la guerra promovida contra las selvas por el agronegocio, cuya acción devastadora es indisociable de la red corporativa global, destacándose el Big Food, la industria maderera, la agroquímica, la producción de energía fósil e hidroeléctrica, la minería y el sistema financiero. Alcanzada cierta escala, duración, extensión y/o frecuencia, el estrés producido en las selvas por sus agresores deja de ser sólo local. Repercute sistémicamente en la biodiversidad y en el tejido forestal gastado al alterar las condiciones climáticas, el ciclo hidrológico, la humedad del aire y del suelo, lo mismo que la abundancia de la fauna, imprescindibles para la funcionalidad de la selva y, finalmente, para su sobrevivencia.

Dada la reciente aceleración de la remoción y fragmentación de las selvas, surge la pregunta típica del siglo XXI -el siglo que liquidará, si mantiene la actual trayectoria, las selvas tropicales- ¿cuánto estrés es demasiado estrés para las selvas? “La preocupación real” de Susan Trumbore del Max Planck Institute for Biogeochemistry y de los otros autores de un trabajo publicado en la revista Science, en julio de 2015 (VIII), “es como definir el punto en que ocurre la transición entre estrés “normal” y el “demasiado” estrés y cómo determinar si esa transición genera un declive abrupto o despojado”. Estudios sobre la inminencia de cruces de los puntos críticos en la resiliencia de las selvas y sobre su day after se diseminan en la literatura científica con resultados convergentes aunque no siempre idénticos dado que las selvas observadas pueden reaccionar de modos distintos a las presiones acumuladas. En todo caso, hay ahora varias líneas de evidencia que sugieren que amplias regiones de la selva amazónica están en la inminencia de cruzar un punto crítico que las conducirá sucesivamente a su rápida conversión en una vegetación tipo sabana.

En el 2014, Antonio Donato Nobre publicó The Future Climate of Amazon. Scientific Assessment Report (IX), un trabajo de inmensa altura científica pero importante también políticamente pues está escrito en un lenguaje accesible al público no especializado. Dicho trabajo muestra que el futuro sombrío de la selva amazónica comienza a prestar sus mejores funciones, pues las sequías de 2005 y de 2010 podían ya ser indicios de “fatiga” (p. 24) de ese inmenso sistema forestal. Antonio Donato Nobre advertía (p. 25) en apoyo a su tesis y citando un trabajo publicado en 2001 (X): “Bajo condiciones estables de océano verde, la selva tiene un amplio repertorio de respuestas ecofisiológicas que la habilitan para absorber los efectos de tales sequías, regenerándose completamente en algunos años. Pero en las áreas extensas, especialmente a lo largo del Arco de la Tala, se puede percibir ya la “falla múltiple de los órganos” de los restos de la selva fragmentada y aún de las áreas forestales menos fragmentadas (…). ¿Cuándo caerá la selva para siempre? Varios estudios sugieren una respuesta: cuando ella cruce el punto de no retorno. El punto de no retorno es el comienzo de una reacción en cadena como una hilera de piezas levantadas de dominó. Cuando la primera cae todas las otras también caen. Una vez brutal e irreparablemente desestabilizado, el sistema de vida en la selva saltará, en última instancia, hacia otro estado de equilibrio”.

El editorial

La trágica pregunta sobre la inminencia del punto crítico en la selva amazónica resurge ahora justamente como tema del editorial citado más arriba de febrero de 2018 en Science Advances. He aquí sus párrafos más importantes:

“¿Dónde se podría situar el punto de inflexión del ciclo hidrológico (de la selva amazónica) en la degradación generada por la tala? El primer modelo que examina esa pregunta (XI) mostraba que llegados a cerca del 40% de la tala, las regiones centrales, sur y este del Amazonas sufrirán una reducción de las lluvias y una estación seca más larga, previéndose un cambio hacia una vegetación de sabana en el este.

La humedad del Amazonas es importante para la precipitación de las lluvias y el bienestar humano porque contribuye a las lluvias de invierno en parte de la cuenca del río de la Plata, especialmente en el sur de Paraguay, en el sur de Brasil, en Uruguay y en el centro-este de Argentina. En otras regiones, la humedad pasa sobre el área señalada pero no se precipita. Aunque la contribución de esa humedad para las lluvias en el sudeste de Brasil sea menor que en otras áreas, aún pequeñas cantidades de lluvia pueden ser un aumento bienvenido para los reservorios urbanos.

La importancia de la humedad del Amazonas para la agricultura brasileña al sur del Amazonas es compleja pero no trivial. Más importante tal vez es la contribución parcial de la evapotranspiración del Amazonas en la estación seca para las lluvias en el sudeste de América del Sur. Las selvas mantienen una tasa de evapotranspiración a lo largo de todo el año, en cuanto la evapotranspiración en los pastizales es dramáticamente más baja en la estación seca. En consecuencias, los modelos sugieren una estación seca más larga después de la tala.

En las últimas décadas, nuevos refuerzos influyeron en el ciclo hidrológico entre los cuales están los cambios climáticos y el uso generalizado del fuego para eliminar los árboles caídos y remover las hierbas dañinas (weedy vegetation). Muchos estudios muestran que, aún en ausencia de otros factores, un calentamiento medio global de 4° C (hasta el período preindustrial) sería el punto de inflexión para una transición de la selva en dirección a sabanas degradadas en la mayor parte del Amazonas central, sur y este. El uso generalizado del fuego lleva al secamiento de la selva circundante y a una mayor vulnerabilidad para el año siguiente.

Creemos que sinergias negativas entre la tala, los cambios climáticos y el uso generalizado de incendios indican un punto de inflexión en el sistema amazónico hacia sistemas que no son forestales en las regiones este, sur y central del Amazonas que luego han alcanzado del 20% al 25% de tala. La gravedad de las sequías del 2005, 2010 y 2015-2016 podrían representar las primeras manifestaciones de ese punto de inflexión ecológico. Esos eventos junto con las grandes inundaciones de 2009, 2012 (y 2014 en el sudeste del Amazonas) sugieren que todo el sistema está oscilando. En las dos últimas décadas, la estación seca en el sur y en este del Amazonas viene aumentando. Los factores de gran escala tales como temperaturas superficiales más elevadas en el Atlántico norte también parecen estar asociados a los cambios en tierra”.

Cuatro ideas fundamentales de ese editorial deben ser resaltadas:

  • El punto crítico en el proceso de desestabilización del bioma amazónico, susceptible de hacerlo transitar hacia una vegetación que no es selvática, no es logrado como se suponía antes con un nivel de tala del 40% del área selvática sino con una tala de sólo 20% al 25% de esa área, o sea una extensión muy próxima de la que ya fue talada al raso en los últimos cincuenta años. Según datos del Instituto de Investigación Ambiental sobre el Amazonas (IPAM) “sólo en el Amazonas 780.000.00 kmde vegetación nativa ya se perdió (…) Cerca del 20% de la selva original ya fue tumbada” (XII). Debemos sobrepasar en breve el próximo 5% pues, como recuerda el mismo documento del IPAM, “la tasa media (de tala del Amazonas) entre 2013 y 20017 fue 38% mayor que en el 2012, año con la menor tasa registrada (…). Sin control, la tasa de tala podrá llegar a niveles anuales entre 9.391 kmy 13.789 kmhasta el 2027, si se mantiene la misma relación histórica entre el rebaño bovino y el área total talada, considerando que lo pecuario es uno de los vectores de la tala”. Entre agosto de 2011 y julio de 2017, fecha de los últimos datos disponibles, la remoción de la selva amazónica avanzó hacia una tasa media anual de 6.049 km2. Imaginémonos recorriendo los 100 km de la autopista Bandeirantes que llevan de Campinas a Sao Paulo. Imaginemos ahora que esa autopista tiene 60 km de larga, formando un rectángulo de 6.000 km2. Esa inmensa área equivale al área de la selva amazónica suprimida de media por año en los últimos seis años. Sólo en los últimos diez años -de agosto 2008 a julio de 2017-, más de 70.000.00 kmde selva amazónica desaparecieron, un área casi equivalente al 30% del área del estado de Sao Paulo.
  • El segundo elemento destacado por el editorial es que las sequías crecientes de 2005, 2010 y 2015-2016 en el Amazonas pueden ser los síntomas iniciales de ese “punto de inflexión ecológico”. Esas sequías, conjugadas con las inundaciones de 2009, 2012 y 2014 “sugieren que todo el sistema está oscilando”. Sobre la sequía de 2015-2016, más fuerte que las de 2005 y 2010, Amir Erfanian, Guiling Wang y Lori Fomenko hacen notar que la misma no puede ser explicada sólo por el efecto de El Niño sino que supone probablemente la contribución de la tala (XIII): “Temperaturas superficiales del mar, anormalmente más calientes en el Pacífico tropical (incluyendo eventos como El Niño) y en el Atlántico, fueron las principales causas de las sequías extremas en América del Sur pero no son suficientes para explicar la severidad de las faltas de lluvia en el 2016 en una porción sustancial de las regiones del Amazonas y del Nordeste. Este hecho sugiere una contribución potencial muy fuerte de factores que no vienen del océano (por ejemplo, la tala y el calentamiento inducido por las emisiones de CO2) para la sequía de 2016”.
  • El editorial hace notar también que “el uso generalizado del fuego lleva al secamiento de la selva circundante y a una mayor vulnerabilidad al año siguiente”. En el 2017 se batió el récord de incendios en el Amazonas. Eso se explica en parte porque esos incendios son por lo general criminales y la impunidad en la masacre de la selva se volvió aún mayor bajo el gobierno Temer. Pero ese récord se explica también porque el secamiento progresivo del Amazonas, causado por los incendios, permite en la estación seca después de que ha pasado el fuego que éste se adentre en regiones todavía vírgenes de la selva. Los números crecientes de la tabla que más abajo se expone reflejan ese doble proceso político y ecológico.

 

QUEMAS EN BRASIL         QUEMAS EN EL BIOMA AMAZÓNICO

2012                                193.600                                                67.336

2013                                115.046                                                48.965

2014                                183.424                                                84.350

2015                                236.066                                              114.627

2016                                188.044                                                89.013

2017                                275.120                                              132.296

1.191.300                                              536.587

 

Fuente: Graca Portela “Estudios que analizan las quemas y su impacto en el clima y la salud”. Revista IHU Unisinos, 18/01/2018, basada en datos del INPE.

 

Focos de incendios en Brasil y en el Amazonas entre 2012 y 2017

Hubo en 2017, como se ha visto, un salto en el récord de incendios en Brasil y el Amazonas que llegaron, en el caso de esta última área, al doble del número de incendios de 2012. Pero por asombroso que sea este salto en el récord de quemas de 2017 en el Amazonas, éste ya está siendo batido por otro salto en 2018, al menos en Roraima, donde hasta el 14 de febrero pasado se habían registrado 718 focos incendiarios, es decir, 2,6 veces más que en los primeros 45 días de 2017 (XIV).

Las emisiones de GEE provocadas por esos incendios fueron analizadas en un trabajo coordinado por Luiz Aragao, del INPE, publicado también en febrero último en Nature Communications (XV). Esas emisiones, como recuerdan los autores, “no son usualmente incluidas en los inventarios de las emisiones de carbono producidas en el país”. El artículo examina los impactos de las sequías sobre esos incendios forestales en el Amazonas y las emisiones de carbono asociadas a ellos en el período 2003-2015. Durante la sequía de 2015, los incendios forestales en el Amazonas se extendieron por un área de 799.293.00 km2, lo que representa un aumento de 36% con relación al período precedente de doce años. El trabajo llama la atención hacia las siguientes observaciones y proyecciones:

“Las emisiones brutas causadas solamente por los incendios forestales en el Amazonas durante los años de sequía (989 +/- 504 TgCOpor año (1 Teragrama (Tg) = 1 millón de toneladas) representan más de la mitad de las emisiones causadas por la tala de selvas maduras (…) La mayor parte de los Modelos del Sistema Tierra (ESMs) predicen un aumento de la intensidad de la estación seca en el Amazonas en el siglo XXI (…) De confirmarse esa nueva configuración climática, el Amazonas se debe volver un sistema más ampliamente propenso a los incendios, ya que las emisiones resultantes de i,ncendios inducidos por las sequías y que no están asociados a la tala, deben asumir un peso creciente y mucho mayor que la tala”. Los autores reconstruyen paso a paso la dinámica de retroalimentación en el binomio sequías-incendios:

“El previsto aumento de la intensidad de la estación seca en el Amazonas durante el siglo XXI tiende a causar cambios de larga escala en los patrones de circulación atmosférica, lo que resulta en precipitaciones por debajo de la media sobre esta misma área (…). El estrés hídrico en las selvas actúa negativamente sobre la capacidad general de la fotosíntesis del sistema, causando una amplia mortandad en las selvas y la caída de las hojas, lo cual incrementa el combustible de los incendios. En consecuencia, el dosel selvático se vuelve más abierto, aumentando los niveles de radiación incidente y las temperaturas. La disponibilidad aumentada de combustible y la exposición a microclimas más secos y más calientes convierten a las selvas naturales en sistemas más propensos a los incendios”. Esos incendios tienen impacto directo sobre los cambios climáticos al aumentar las concentraciones atmosféricas de carbono y de aerosoles. La presencia en la atmósfera de aerosoles generados por los incendios puede reducir las lluvias, completando así según los autores, el círculo vicioso en el cual mayores incendios son inducidos por mayores sequías que son, a su vez, inducidas por mayores incendios.

  • En fin, el cuarto elemento evidente de este editorial se refiere a las consecuencias del declive acentuado o abrupto de la selva amazónica. Dos consecuencias son destacadas por los dos científicos: (1) impactos en la agricultura dado que la contribución de la humedad de la selva para “la agricultura brasileña al sur del Amazonas es compleja pero no trivial”. (2) disminución de la contribución de la humedad proveniente del Amazonas para “los reservorios urbanos” del sudeste de Brasil que descendieron a niveles críticos en 2014-2015. En lo que se refiere al sudeste, por modesta que sea la contribución de la selva amazónica a las lluvias en esa región del país, preservarla puede ser decisivo para evitar el colapso del sistema Cantareira en el próximo período de estío. Sin embargo, el declive de la gran selva causado por la asociación entre agronegocio amazónico y capitalismo global no significa “sólo” el empobrecimiento y la fragilidad de la vida en el planeta. Significa también la precariedad (en el límite, una inviabilidad) socioeconómica de las diversas regiones del país, beneficiarias de la humedad de los “ríos voladores” lanzados a la atmósfera por la evapotranspiración de la selva.

Conclusión

Amputado y degradado por cincuenta años de talas e incendios criminales, el Amazonas está en vías de cruzar un punto crítico después del cual deberá transitar rápida o abruptamente hacia algún tipo de vegetación que ya no será selvática. Esa transición traerá desequilibrios brutales en los recursos hídricos, en el clima y la agricultura del país y del continente. Todo ello significa probablemente no sólo la mayor sino también la más inminente amenaza de colapso socioambiental de las sociedades de América del Sur, sin contar sus posibles ecos en el planeta como un todo. Nada hay en esa afirmación de “catastrofismo” o de “mera adivinanza”, como declaró hace poco el ministro Gilmar Mendes, respecto de las posiciones de la comunidad científica contrarias a la reducción de las Áreas de Proyección Permanente (APPs) (XVI). Se trata de un hecho establecido por el mejor conocimiento científico disponible en nuestros días.

Son muchos y bien conocidos los responsables de esa situación límite a la que fue reducida la gran selva comenzando por los militares que desencadenaron y dirigieron su devastación durante los primeros veinte años de esa larga y estúpida guerra contra la naturaleza, es decir, contra nosotros mismos. Pero los militares (esperemos) son el pasado. En nuestros días, el principal responsable por el declive del Amazonas es el agronegocio, el enlace local de una red corporativa global que se lucra con la destrucción de los restos de las selvas tropicales.

Nosotros, el pueblo brasileño, tenemos muy poco tiempo para detener a los ecocidas por cierto recientemente reconfortados y envalentonados por el STF. Tres condiciones son imprescindibles para detenerlos o por lo menos debilitarlos:

  • Reconocer que nada hoy es políticamente más importante que salvar y restaurar la selva amazónica y las demás formaciones selváticas del país pues de su sobrevivencia depende la sobrevivencia de nuestra sociedad. Sin selvas no hay agua, no hay agricultura, no hay freno al calentamiento global y no habrá, en breve, una sociedad organizada. Reconocer la gravedad extrema de esa crisis ambiental y el alcance de sus consecuencias no es sólo el primer paso para la conservación de las selvas, es más de medio camino andado pues el resto vendrá como implicación inevitable de esa toma de conciencia.
  • No comer o comer mucha menos carne pues la causa principal de la tala del Amazonas es como se sabe la pecuaria bovina y “más del 90% de la carne producida en el Amazonas es consumida nacionalmente ya que de ese total más de 70% es consumida en las regiones de mayor poder económico: sur y sudeste (XVII). Cuestiones éticas aparte (pero ellas son ineludibles: “si los mataderos tuvieran paredes de vidrio, todos serían vegetarianos”), cada bistec al menos representa una contribución tangible para disminuir la motivación económica de la tala y de los incendios. Es necesario y factible, basta un poco de esfuerzo de cada uno de nosotros, asfixiar a los ecocidas por la disminución del consumo.
  • Lanzar una campaña nacional para no elegir o reelegir, en octubre próximo, a los candidatos de la “bancada del buey” autodenominada Frente Parlamentario de lo Agropecuario (FPA), disminuyendo así su influencia sobre el Congreso Nacional y sobre los demás poderes de la república.

 

*Profesor conferencista del Departamento de Historia del IFCH/Unicamp (Universidad Estatal de Campinas). A través de la editorial de la Unicamp publicó Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel (1568) en el 2011 y Capitalismo y colapso ambiental en el  2015 y una 2da edición en el 2016. Coordina la colección Palabra del Arte, dedicada a las fuentes de la historiografía artística y participa con otros colegas en el colectivo Crisálida, Crisis Socioambientales. Labor Interdisciplinaria Debate & Actualización (crisálida.eco.br

Traducción de Ana María Urbina C.

Bibliografía

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  • W.F Hegel, Enciclopedia. Parte I, parágrafo 108, entrada: “Medida”.
  • Marx, El Capital, I, cap. IX – Tasa y masa de lo masvale. Traducción francesa, Jean-Pierre Lefebvre, París, 1993, p. 346
  • Carlos Duarte et al., “Abrupt Climate Change in the Arctic”.  Climate Change. 27/I/2012, 2, 60-62: “Tipping points have been defined as critical points in forcing or some feature of a system, at which a small perturbation can qualitatively alter its future state”.
  • Georges Canguilhem, “El problema de las regulaciones en el organismo y la sociedad”. Écrits sur la médecine. París, PUF, 1989; Buenos Aires, Sables, 1990, pp. 99-122.
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  • William F. Laurance & G. Bruce Williamson, “Positive feedbacks among forest fragmentation, drought, and climate change in the Amazon”. Conservation Biology, 14/XII/2001.
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  • IPAM, Tala cero en el Amazonas: como y por qué llegar allá, 2017, 33 p. (en red).
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  • Inaê Brandão, “Los focos de incendios en Roraima crecieron 257% con relaçión al 2017, dice el INPE”. Globo, 15/II/2018.
  • Luiz E. O. C. Aragão et al., “Century drought-related fires counteract the decline of Amazon deforestation carbon emissions”Nature Communications, 9, 536, 13/II/2018. Marcelo Leite hace eco de ese trabajo en su columna de la Folha de São Paulo de 18/II/2018, “El Amazonas se está secando per Brasil sólo quiere juerga”
  • Sabrina Rodrigues, “Científicos rebaten la declaración de Gilmar Mendes sobre el código forestal”. ((o)) eco, 28/II/2018.
  • Gabriel Cardoso Carrero, Gabriela Albuja, Pedro Frizo, Evandro Konrad Hoffman, Cristiano Alves, Caroline de Souza Bezerra, La cadena productiva de la carne bovina en el Amazonas, Manaos: Instituto de Conservación y Desarrollo Sustentable del Amazonas (IDESAM), octubre 2015 (en red). Ver también el histórico y siempre actual texto de João Meirelles, director del Instituto Peabiru, “Usted, ¿ya se comió al Amazonas hoy?” (en red).