Por: Christian Caicedo Carbonell-Ambiente y Sociedad

El 16 y 17 de abril de 2007 se reunieron en la Isla de Margarita, Venezuela, los jefes de Estado de todos los países suramericanos para celebrar la primera Cumbre Energética Suramericana. El acuerdo logrado creó el Consejo Energético Sudamericano (CES) que tras casi una década de su creación no tiene definidos ni debatidos los lineamientos de un Tratado Energético Sudamericano, pese a que fue una de sus principales banderas y además es tarea pendiente desde el 2008.

El CES es solo uno de los ejemplos de inactividad de los 12 Consejos Ministeriales creados en el marco de la UNASUR, ya que menos de la mitad han impulsado y materializado sus objetivos. Y para el caso del CES es aún menos entendible si se considera que una de las principales estrategias de integración de la UNASUR fue la energética, una contradicción dada la inoperancia y carencia de acciones.

Prueba de ello es que este Consejo, en 9 años, se ha reunido aproximadamente 5 veces en los años 2008, 2010, 2012, 2015 y 2016. De estos espacios de dialogo han salido lineamientos, directrices y ponencias de debate para aprobar la estructura del tan anhelado Tratado Energético, pero no un documento concreto que dé luces sobre la integración en este sector.

Hasta el momento, la estrategia energética sudamericana debería enfocarse en tres temas. El tratado que se encontraba dentro de los objetivos principales del CES, y cuyo primer borrador se presentó en 2014; una dinámica de participación del sector privado y la sociedad civil, que se ve obstaculizada por la estructura misma de Unasur; y una estrategia para promover las energías renovables en la región, en la que Estados Unidos podría ser protagonista.

  1. Tratado Energético Sudamericano: a la fecha existe solamente la estructura del Tratado, establecida de la siguiente forma:

infografia-01

Estructura del Tratado Energético Suramericano
Parte I: Disposiciones Iniciales Principios y compromisos fundamentales
Definiciones
Objetivos
Protocolos específicos
Ámbito de aplicación
Parte II: Marcos para la Integración Energética Capítulo I: Infraestructura Energética
Capítulo II: Marcos Regulatorios
Capítulo III: Seguridad Energética
Capítulo IV: Intercambios Energéticos
Capítulo V: Mecanismos de Cooperación
Capítulo VI: Aspectos Ambientales
Capítulo VII: Inversiones
Parte III: Disposiciones Institucionales Capítulo I: Del Consejo Energético Suramericano
Capítulo II: Otros aspectos institucionales
Parte IV: Protocolos Adicionales Definiciones de Protocolos Adicionales de alcance regional y de alcance parcial
Incorporación y depósito de los Protocolos Adicionales
Relación entre el Tratado y los Protocolos Adicionales
Parte V: Mecanismos de Solución de Controversias
Parte VI: Disposiciones Generales Relación entre este Tratado y otros Acuerdos Internacionales Regionales y Bilaterales
Transparencia
Parte VII: Disposiciones Finales

Fuente: http://www.mme.gov.br/documents/10584/1139228/Anteproyecto_de_Estructura_UNASUR_CONSENSUADO.pdf/1031e987-e0c1-4796-9c38-f8ccbacffc29;jsessionid=7DB31149E5FC1C11D1D8BB52EAB7A95F.srv154

Esta estructura fue propuesta el 22 de noviembre del año 2014, en una reunión preparatoria de la UNASUR, para empezar con esa hoja de ruta a nutrir de contenido a un tratado que aspira contar con la vocación de ser un Marco Legal común para temas energéticos. Pero cada uno de los 20 lineamientos planteados hasta el momento son casi tan ambiciosos como el tratado en sí, más si tenemos en cuenta que en el 2015 la reunión de este Consejo fue llamada “Relanzamiento del CES”, como si reafirmaran que poco o nada se ha hecho.

  • Estimular la asociación entre el sector público y el sector privado: en este lineamiento encontramos varias particularidades. En la Declaración de Margarita de 2007, por medio de la cual se crea el CES, se reconoce que hay una pluralidad de actores donde el protagonista no debía ser solamente el Estado sino también el sector privado y la sociedad civil. Pero esta pretensión ha quedado corta ya que las convocatorias a las cumbres energéticas que se han realizado han sido muy tímidas y discretas, en gran medida por el modelo intergubernamental de UNASUR, donde los protagonistas son sido siempre los Estados Nacionales por intermedio de sus respectivos Ministros de Energía. Ellos han tomado decisiones como las directrices normativas y regulatorias para los sectores de hidrocarburos y la garantía de compatibilidad con el ordenamiento interno de cada país.
  1. Impulsar el desarrollo de las energías renovables y alternativas: hasta el momento este tema está ausente y  ante la falta de iniciativas propias de la región, desde el año 2012, el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, junto con su Vicepresidente Joe Biden, viene promoviendo una estrategia de energías limpias en Centroamérica y el Caribe. Si resulta exitosa, la idea sería replicable en Sudamérica y desarrollada multilateralmente por los países que estén en capacidad de hacerlo de la mano de Estados Unidos. Y no habrá que analizar mucho para darse cuenta que, de ser así, nos alejaríamos aún más de otra de las tantas metas del CES: la soberanía energética que tiene el objetivo altruista de redistribuir la energía a bajo costo en diferentes países de la región.

Si bien es cierto que cuando de obligaciones multilaterales se trata existe una complejidad mayor en el simple hecho de poner de acuerdo a dos o más países en cuestiones sencillas, no es menos evidente que la región dispone de buenos ejemplos de esquemas de integración que han llevado a buen término los objetivos comunes. Específicamente citamos los casos de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Organización de Estados Americanos (OEA), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) o el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), procesos organizativos eficaces y expeditos en aras de los intereses de los Estados. Con   experiencias exitosas o no en la región ya sería hora de que la UNASUR, a través de su amplio dispositivo de Consejos Ministeriales, impulsara de manera beneficiosa y real sus diferentes ejes temáticos para tener un impacto a nivel social en el marco de la disminución de la pobreza, por ejemplo, pero esto no ha sido así.

En conclusión, es pertinente que la UNASUR, o alguno de los actores en materia de energía, visibilicen las fallas que hasta el momento se han presentado con el CES. Hay que impulsar acciones que se encaminen hacia la integración energética, además de contar con una participación de la sociedad civil activa y real que logre incidir de manera directa en la toma de decisiones y que de esta manera se avance hacia una regulación marco para las urgencias energéticas de la región.